El departamento de Cynthia llenaba la tarde con su luz tenue. Y ahí, sobre una repisa cuidadosamente despejada, descansaban en silencio decenas de penes en yeso. Eran los moldes que redefinieron la frontera entre arte y escándalo en el rock estadounidense . Era una exposición improbable y clandestina, una colección nacida del atrevimiento de una joven de Chicago que, lejos de aspirar a la fama, buscaba encontrar—y entender—el rastro corporal que el siglo XX dejó en su generación.

Cynthia Albritton , más conocida como Cynthia Plaster Caster , no parecía una pionera. Su voz era suave y titubeante, la de una chica retraída que leía cómics en la secundaria. Pero fue esa misma timidez, mezclada con curiosidad y una valentía que bordeaba la inconsciencia, la que inaugura uno de los relat

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