Amor al hueso

Como si fueran unos verdaderos sabuesos, la mayoría de los políticos mexicanos de todos los partidos, en cuanto prueban las delicias de tener un hueso, le agarran el sabor y se enamoran de forma tal que a partir de ese momento buscan la forma –por las buenas o por las malas- de ir de liana en liana en busca de nuevos huesos ‘hasta el infinito y más allá’. Deben saber, quiero suponerlo, muy rico como para que nadie por sí mismo quiera soltarlo.

Por décadas muchos de los puestos eran heredados a los hijos, a los hermanos, a las esposas –y hasta a las amantes- a los esposos, sobrinos cuñados y demás parentela –acuérdese de Jolopo que decía que su hijo José Ramón era el orgullo de su nepotismo-, lo que suponía que iba a cambiar a partir de la llegada de los ‘cuatroteros’ al pod

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