Los cárteles de la droga no vuelan aviones caza, ni operan los sistemas de radares y misiles antiaéreos necesarios para derribarlos. Al menos por ahora.
No tripulan submarinos de ataque convencionales ni de propulsión nuclear, aunque a veces puedan valerse de algún sumergible artesanal para mover algunos kilos de cocaína. Tampoco navegan en destructores misilísticos.
Los cárteles no conducen pesados tanques ni fortifican posiciones ni cavan trincheras para frenar un desembarco y contraatacar contra una cabeza de playa.
¿Por qué, entonces, Estados Unidos está desplegando tantos activos de guerra convencional en el Caribe en una operación que, según ha dicho la Casa Blanca, busca detener el tráfico de drogas y asestar un golpe a las organizaciones criminales en la región?
Como demostraci