En la estepa patagónica los alambrados son parte del paisaje. Para las personas marcan límites de propiedad, pero para los animales silvestres se convierten en barreras que cortan rutas milenarias de movimiento. El guanaco, el mayor herbívoro de la región, evolucionó en un ambiente de climas extremos alternando entre las mesetas en verano y las zonas bajas en invierno, en desplazamientos que podían reunir a miles de individuos.
Con la llegada de las rutas y la expansión de la ganadería, esas migraciones quedaron interrumpidas. “Muchos individuos perdieron la capacidad de moverse largas distancias para sobrevivir”, explica Emanuel Galetto, director del equipo de conservación de Parque Patagonia. “Por eso nuestro trabajo se centró primero en conocer esas rutas migratorias y luego en mantene