La constante de las preferencias electorales es la intriga y la traición en la familia del poder
En la casa del poder nadie duerme con la puerta cerrada. Los pasillos huelen a incienso de unidad, pero los cuchillos se afilan en silencio. Se abrazan, se sonríen, se alaban como si fueran hermanos y hermanas, pero cada mirada es un cálculo y cada aplauso un disfraz.
En esta familia llamada Morena, todos saben que la puñalada en la espalda es más probable que la candidatura que buscan.
Las encuestas marcan una preferencia abrumadora a favor de Morena. No hay liderazgos opositores carismáticos ni capaces de aglutinar el descontento social. La oposición parece derrotada antes de la contienda. Pero ese triunfo anticipado cobra un precio, la familia fratricida.
La verdadera disputa no se grita