Los cantos del budismo, hinduismo, islam, cristianismo, paganismo y prácticas chamánicas convergen en una receta acústica —entonación plana y lenta, voz continua y vocales medio‑centrales— que tranquiliza al cuerpo y a la mente mejor que el habla o el canto convencional.

Desde los mantras susurrados en los monasterios del Tíbet hasta los rezos gregorianos que resuenan en las catedrales europeas, la humanidad ha practicado el canto como una forma de meditación, sanación y conexión espiritual durante más de 5.000 años.

A pesar de su omnipresencia cultural, el secreto de su poder calmante ha permanecido en el terreno de la intuición y la fe. Ahora, un estudio publicado en PNAS ha logrado descifrar la "firma acústica" universal de los cantos y ha demostrado empíricamente cómo su estructura

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