Berta Otero y Rocío Anós aseguran que las casas hablan y que ésta, la bautizada como de la escritora, gritaba ¡socorro! cuando la visitaron por primera vez. Para curar sus heridas decidieron detonar su personal bomba, tirarlo todo abajo y contagiarle oxígeno sin urgencias, capa a capa, como a ellas les gusta trabajar: "Los espacios estaban cerrados, atomizados, hacía falta enchufar luz por todas partes, los colores tampoco ayudaban, el suelo era de granito oscuro". E iniciaron un diálogo con ella, con su elegancia contenida en 800 metros cuadrados, y una de las primeras decisiones fue, además de insuflar aire al hall derribando sus paredes, conectar entre sí los espacios de la planta principal para enfatizar la luz y permitirle que se derramara con libertad: "No queríamos hacer un lof

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