Unos pocos aficionados y activistas que alcanzan la Bola del Mundo, un enclave de difícil acceso y blindado por los agentes, claman en defensa de los gazatíes
Lo documentó hace treinta años Andrés Campos en EL PAÍS. A Manuel González de Amezúa, un día de invierno de 1904, se le ocurrió, viendo las laderas nevadas de El Ventorrillo, patinar con una especie de palos que pretendían ser ya esquíes, y que le habían regalado unos noruegos que mandaban en la Compañía de Maderas de Cercedilla. “Pronto el nuevo sport [así se decía entonces] cautivó a una pandilla de esnobs, la misma que en 1907 fundó el Twenty Club y, un año más tarde, el Club Alpino Español. Entonces el mundo era joven. Nevaba a sacos. Y el puerto de Navacerrada, cuatro kilómetros carretera arriba, persistía inhóspito como paso