Por allá en los años 80 del siglo pasado el periódico EL COLOMBIANO estaba tan metido en el corazón de los habitantes de Medellín que su nombre se utilizaba como un genérico para referirse a cualquier otro diario de circulación nacional: “No ha llegado el otro colombiano”, decían en algunos hogares cuando se demoraba en llegar, desde Bogotá, el ejemplar de El Tiempo o de El Espectador.

La anécdota viene a cuento justo ahora cuando Medellín está cumpliendo 350 años de su fundación. Una ciudad a la cual, con su geografía arrugada y su espíritu emprendedor, le ha gustado contar historias de sí misma.

Si alguien quisiera ver las costuras de cómo se ha ido construyendo la ciudad y de qué manera se ha transformado la vida de su gente, basta con que se sumerja en el archivo de EL COLOMBIANO, un

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