El país entero está hablando de huachicol fiscal. No se trata de un término nuevo, pero sí de uno que con cada investigación adquiere mayores dimensiones de escándalo. Cuando en México se mencionaba la palabra huachicol, pensábamos en los campesinos que arriesgaban la vida para extraer gasolina de ductos perforados clandestinamente. Ese era el relato clásico, el que asociaba la práctica con la pobreza y la marginalidad. Hoy sabemos que esa imagen está incompleta, incluso distorsionada.

El huachicol fiscal es otra cara del mismo fenómeno, pero más sofisticada y dañina: no se perforan ductos, se perforan leyes; no se escapa gasolina por una válvula clandestina, sino millones de pesos por facturas falsas, empresas fantasma y complicidades de funcionarios.

Este huachicol se viste de legalida

See Full Page