Cuando llegan estos días más breves, y se reanudan las rutinas, se vuelve a los trabajos, nos reunimos con los habituales en el lugar habitual para tomar el habitual primer café del día y empiezan los colegios, se ve venir el otoño. Aunque el calor lo desmienta, la luz, que nunca miente, anuncia el tiempo que empezará dentro de una semana. Nuestro raro otoño, cierto, tan de calores y sudores de fiebre, larga agonía de un pegajoso verano que no entiende de calendarios, que se nos cuela en la primavera –¿quién no recuerda fuego cayendo sobre el puente de San Bernardo un Miércoles Santo o sobre la Resolana un Viernes Santo?– y se prolonga hasta bien pasado el día de Santa Teresa, que no es infrecuente ver abanicos en el triduo de Las Teresas. El otoño meteorológico dura tres meses; el nuestro
Traca de calores para recibir el otoño

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