
Pedro Armestre lleva a sus espaldas 20 campañas de extinción de incendios pero no es un bombero forestal, es un reconocido fotógrafo ambiental y social que decidió este verano subirse a una avioneta para captar un desolador paisaje .
En este entrevista a OKGREEN, nos cuenta su experiencia de fotografiar desde las alturas la catástrofe ambiental de la ola de incendios que ha asolado España este mes de agosto, quemando una superficie del tamaño de la isla de Mallorca .
Volar el paisaje calcinado
Fue uno de los pioneros en enfrentarse a las llamas con sus cámaras acompañando a las brigadas forestales y, en este 2025, decidió ofrecerse a Greenpeace para volar los paisajes calcinados.
Nos habla de esta experiencia, de cómo llegó a interesarse por este tipo de fotografía , la forma en la que se prepara para estar en primera línea de fuego, y su opinión de lo que ha ocurrido tras años conviviendo con el territorio y las llamas.
OKGREEN: Has sobrevolado una España calcinada que jamás habíamos visto en este siglo. ¿Qué se siente al mirar con tu cámara los cientos de miles de hectáreas convertidas en ceniza? ¿Cómo procesas emocionalmente esta devastación?
PEDRO ARMESTRE: Un paisaje absolutamente desolador, pero también la consecuencia de algo que se venía vaticinando hace muchos años y a lo que nunca se ha querido poner remedio. Sabíamos que esto iba a ocurrir y en ningún momento hemos sabido solucionarlo a tiempo.
P.: Tras 20 campañas de extinción, trabajando en primera línea de fuego, fotografiando lo que has visto desde el aire, ¿qué sensaciones te produce?
R.: Es una sensación muy desagradable porque te enfrentas, de repente, visualmente a una devastación enorme. Sobrecoge ver un paisaje quemado hasta el infinito desde el aire.
Recuerdo que, volando la zona de Peña Trevinca [en la confluencia de las provincias de Orense, Zamora y León] le pedía al piloto ascender porque necesitaba coger más altura, para buscar en el horizonte el final de la negrura de las cenizas. Por más que subíamos, el horizonte siempre estaba negro.
Llegó un punto en el que decidimos cambiar de zona y marcharnos al siguiente lugar que íbamos a fotografiar porque hasta el infinito aquello se convertía en una masa forestal negra, una zona totalmente devastada.
No tenemos que quedarnos con la frase que tanto ha sonado de que sólo se han quemado arbustos y piedras. Son absolutamente necesarios para los ecosistemas y, bajo ellos, hay mucha vida necesaria para una multitud de especies.
P.: ¿Cómo nace este reportaje aéreo con Greenpeace? ¿Fue una decisión tuya documentar esta tragedia o surgió de la necesidad urgente de mostrar al mundo lo que estaba pasando en España?
R.: Me encontraba en mi casa, en Galicia, que está en el epicentro de los incendios, no sólo este año, sino todos los veranos. Nosotros nos vemos rodeados por el humo y por las llamas y este año me encontraba también con un pequeño problema de salud con una infección pulmonar que me impedía trabajar en los incendios.
Con el añadido de que ya había un montón de profesionales fantásticos haciendo un trabajo sobre la cobertura inmediata de los incendios y no tuve la sensación de poder aportar nada nuevo y distinto.
Con el paso de los días se me ocurrió que a Greenpeace le podría interesar un proyecto aéreo muy distinto a las imágenes que podemos ver con un dron por las altitudes a las que yo pretendía volar.
Hice un plan de vuelo básico para presentar una propuesta a la organización que aceptó sin ningún reparo y nos pusimos a trabajar en ello.
P.: ¿Cómo se prepara un reportaje de este tipo?
R.: No es simplemente subirse en una avioneta y empezar a disparar a lo loco. Hay que elegir una avioneta apropiada que permita abrir una ventana. No es muy habitual que tenga una ala alta que te deje fotografiar y que tengas un ángulo de tiro amplio.
También hay que tener un conocimiento del terreno al que te vas a enfrentar, de la geografía y de la orografía. Siempre digo que cuando me enfrento a un reportaje aéreo vuelo tres veces.
Primero vuelo en la preparación del viaje. Hago posteriormente el vuelo físico en el aparato, en el aire. Posteriormente, vuelvo a una vez más a volar cuando estoy editando y tengo que identificar todos esos lugares que he visto desde el aire, que son muy distintos a cómo los ves desde la tierra.
Es decir, me toca viajar tres veces. De hecho, hice el vuelo y me tiré luego 28 horas, encerrado dos días, editando el material por la cantidad de volumen que hay.
Hay mucho material inédito que todavía no ha salido, que podrá ver la luz en un futuro. Se hizo una pequeña selección para distribuir en los medios de comunicación.
P.: ¿Cómo empezaste a interesarte por fotografiar incendios?
R.: Comencé la fotografía en el año 93. Desde mis inicios me interesé mucho por la fotografía medioambiental y social. Primero por la medioambiental, y la parte social tal vez un poquito más tarde. Y entre esas temáticas medioambientales, la del fuego me interesaba mucho.
Hasta aquel momento lo único que veíamos en los telediarios eran aviones haciendo descargas de agua y columnas de humo. No se había visto nunca a bomberos forestales trabajando en primera línea de fuego.
A mí precisamente eso era lo que me interesaba. En toda mi carrera hay un denominador común y ha sido la búsqueda de situaciones nuevas que hasta ese momento no se haya fotografiado.
También considero que hay muchísimos profesionales en España, buenísimos, y hacer lo mismo que hacen ellos, o que todos hagamos lo mismo, no es aportar nada nuevo al periodismo, al fotoperiodismo. Entonces comencé realmente haciendo unos pequeños escarceos en los incendios.
P.: ¿Cómo te preparas para hacer un reportaje? ¿Qué equipo necesitas y qué riesgos asumes?
Sí, inmediatamente me di cuenta de que tenía que prepararme porque aquello era bastante peligroso. Al principio iba incluso con un pantalón, una camiseta. Poco a poco fui adquiriendo ropa adecuada.
Dispongo de mis EPIs [Equipos de Protección Individual] igual que tienen ellos [los bomberos]. De hecho, a mí me ves en un incendio forestal y sólo sabrás que soy un fotógrafo porque llevo cámaras en las manos.
Pero mi vestimenta es la misma porque la proximidad a las llamas te obliga a ir vestido como ellos lo hacen. Durante años estuve solicitando el poder trabajar más activamente mano a mano con ellos y salir desde el aviso en la base a los incendios.
Me debí convertir un poco en el friki porque, cada vez que solicitaba algo siempre eran negativas, nunca encontré el apoyo institucional para poder trabajar en primera línea de fuego con ellos.
Hasta que la Junta de Andalucía, en un momento dado, me dijo: «Mira, te vamos a dar el permiso, pero tienes que pasar las pruebas físicas que pasa nuestra gente para que puedas acompañarlos».
Durante cinco años tuve una plaza, llamémosla así, en un helicóptero y me trasladaba por Andalucía con las BRICAS [Brigadas de Refuerzo contra Incendios Forestales], un cuerpo similar a las BRIF [Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales] que creo que todo el mundo ya conoce.
Esta es mi aportación para que la gente conozca la realidad de los incendios desde el interior. Quiero destacar que el cuerpo de bomberos forestales de España tiene un trabajo muy duro y unas condiciones laborales casi tan duras como su trabajo.
P.: Has dicho que cada verano será peor que el anterior si no se invierte en prevención. A tu entender, ¿qué nos falta para comprender que estamos ante una emergencia?
R.: Yo creo que lo entendemos. Lo comprendemos, pero miramos para otro lado. Está claro que las condiciones climatológicas han ido cambiando, prefiero llamarlo emergencia climática y, como tal, ante cualquier emergencia has de poner soluciones.
Si lo que haces es mirar para otro lado, no generar inversión y no buscar el cambio, el problema cada día será mayor. Eso es una evidencia. Cuando te dicen eso de que siempre «ha ardido» o «antes ardía»… Hay que saber que a partir de los años 60 se produce una transición energética.
Los combustibles tradicionales, que eran la leña y el carbón, pasan a ser sustituidos por los derivados del petróleo y se produce el gran éxodo rural a las grandes ciudades, abandonando por completo lo rural en esa búsqueda de mejorar la vida.
En el rural la vida era muy dura y la tierra, el territorio, se abandonó. Entonces esa presión que ejercía la gente a través de la ganadería y la agricultura sobre el medio desaparece y la naturaleza toma su espacio. La naturaleza empieza a crecer. Pues como tiene que crecer, a lo loco.
Creo que aquí hay una cuestión de responsabilidad individual por parte del ciudadano. Ayer mismo leía que la provincia de Orense es la que tiene el mayor número de fincas de España: tres millones y medio en el minifundio gallego.
Fincas que, en un porcentaje muy alto, son de herederos, que están en grandes ciudades y que no saben ni dónde están. Y si no saben dónde están, malamente van a poder gestionar su territorio.
P.: ¿Y cuál sería la solución?
R.: Aunque suena a veces muy radical, yo abogaría que la tierra es para trabajarla, para quien la trabaje, y hay ciertos espacios que hay que cuidar porque son espacios a proteger.
Lugares como los parques naturales y nacionales, y otra serie de espacios, que, si no tenemos la capacidad de gestionar, tendrían que pasar a manos de la administración. Deberían gestionarlos de la manera que correspondiera: bien a través de un banco de tierras o buscar fórmulas.
Porque lo que no podemos hacer es seguir mirando para otro lado, escurriendo el bulto y rezando para que este verano no haya incendios y que, cuando lleguen, conviertan esto en una catástrofe tremenda para todos.