Después de que Charlie Kirk, activista de derecha, recibiera un disparo mortal durante una aparición política el miércoles, a Edward Padron, cerrajero de 67 años de Brownsville, Texas, se le ocurrieron dos pensamientos. Uno fue inmediato. El otro tomó más tiempo.
Padron, conservador desde hace mucho tiempo, dijo que primero asumió que acababa de ocurrir “un crimen de odio contra un republicano”. Pero luego pensó en otros actos recientes de violencia en todo el espectro político, desde los atentados del año pasado contra la vida del presidente hasta los tiroteos mortales de junio contra una legisladora demócrata de Minnesota y su esposo. Le parecía como si una terrible enfermedad se estuviera apoderando de la nación, sin una cura a la vista.
“Esto podría ocurrirle a cualquiera en este paí