Vivimos tiempos en los que todo parece dividirnos: la política, la religión, las redes sociales, hasta el fútbol. Pero hay un lugar donde todavía es posible encontrarnos sin etiquetas ni trincheras: la mesa.

Sentarse a comer es uno de los actos más humanos y universales que existen. Frente a un plato, el orgullo baja la voz, el enojo se suaviza y la conversación se abre paso. La sopa compartida sabe distinto: no alimenta solo el cuerpo, también acaricia el alma.

En La Beautiful hemos visto cómo dos desconocidos terminan riéndose juntos después de probar un postre, cómo una familia reconciliada vuelve a mirarse a los ojos al brindar, cómo incluso en el silencio de un café se gesta un pacto de paz íntimo. La cocina, más que recetas, es mediadora.

Quizás el secreto esté en la humildad de l

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