Las piedras donde se sentaba Alicia Matías bajo un árbol para aprovechar su sombra aún permanecen sobre un camellón de la calzada Ignacio Zaragoza. Seguro escuchó el estruendo porque estaba con su nieta Jazlín Azulet como a 100 metros de distancia de donde cayó la pipa y después el fuego se propagó en un amplía zona.

Ese era su puesto como checadora de la ruta 71 , un lugar donde controlaba horarios y saludaba a los conductores con una amabilidad que todos recuerdan. Ahora, esas piedras parecen un altar improvisado , rodeadas de árboles chamuscados que recuerdan la furia del fuego que llegó hasta ese punto donde estaban ellas dos.

“Siempre nos saludaba cuando pasaba por aquí, era muy amable, la veíamos casi todos los días cuando trabajaba. Antes tenía un puesto adentro

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