Nacho Guzmán era un chico feliz: con 12 años había sido elegido para ir a jugar, con la selección de básquet de menores de Entre Ríos, a la provincia de La Rioja. Estaba con la nariz muy tapada. No se sentía mal pero, otra vez, aparecía la repetida sinusitis. Fue por eso que, dos días antes de viajar, sus padres lo llevaron al médico. Querían ver si había alguna forma de despejarle las vías aéreas y que pudiera jugar más cómodo. El profesional, pensando que a lo mejor podría precisar un antibiótico, le mandó a hacer una tomografía. Era solo un estudio para ver cómo tratarlo. Lo llevó su padre Gabriel, se la hicieron y volvieron a casa.
Al rato, sonó el teléfono de Gabriel. Era el especialista en imágenes que los había atendido poco antes. Le pidió que volviera con su hijo a la clínica: “M