Más de un millón de personas tiene que medicarse regularmente para acudir a su puesto de trabajo porque si no, no sería capaz. En el trasfondo de esto, dolencias crónicas que no se reconocen como enfermedad profesional y que por lo tanto obligan a quienes las sufren a seguir trabajando cada día, y también, la salud mental, la gran epidemia del vertiginoso mundo en que vivimos.

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