
Para los filósofos griegos, lo bueno era bello y lo bello, bueno. El último lema de Nuevas Generaciones del PP en Madrid daría para un tratado de filosofía política: “No somos lo mismo. Somos política, moral y estéticamente superiores”. Esta frase puede leerse sobre una foto de manifestantes propalestinos –en la que se aprecia a la exministra Irene Montero en la manifestación propalestina de la última etapa de La Vuelta– y otra de Isabel Díaz Ayuso –presidenta madrileña– saludando a los corredores del equipo ciclista Israel-Premier Tech. Hay mucho que procesar en esta nueva campaña.
Si nos ceñimos a la foto, para Nuevas Generaciones no hay duda: una dirigente de su partido saludando a un equipo deportivo tiene más nivel político que ciudadanos manifestándose en la calle. También consideran los jóvenes del PP más valioso moralmente mostrar apoyo al equipo ciclista de un magnate israelí amigo de Netanyahu –y por eso mostrar apoyo a Israel– que protestar en la calle contra un genocidio que ha asesinado a decenas de miles de personas. Por último, Nuevas Generaciones considera bella la estampa de su presidenta saludando a los atletas, y fea la imagen de los manifestantes, entre ellos a Irene Montero.
Por partes, lo de “políticamente superiores” no es fácil de demostrar, aunque ciertamente en la Comunidad de Madrid el PP de Ayuso ganó por mayoría absoluta. Si la valía política se mide por resultados electorales, entonces aceptamos pulpo como animal de compañía. Pero si la valía política se mide en términos de lo que es bueno para la sociedad, el debate es más complejo.
Tiene todavía más miga lo de “moralmente superiores”. Tanta miga, que aquí podemos apenas hincar el diente a la hogaza. Pero lo cierto es que durante años la derecha tuvo algún complejo de inferioridad moral y, con quejas furibundas, denunciaba sentirse agraviada.
En no pocas ocasiones, dirigentes del PP y analistas afines han arremetido contra lo que han calificado como “pretendida” superioridad moral de la izquierda. El pasado mes de julio Federico Jiménez Losantos apuntó justo ahí: “El PP debe combatir la supuesta superioridad moral de la izquierda y proclamarse, por derecha y española, infinitamente superior a la progrez, de progre y de hez”.
Para saber qué lado del arco ideológico es moralmente superior habría primero que alcanzar un consenso acerca de qué valores defiende cada uno. Y ese consenso es imposible, claro.
Por último, lo de la superioridad estética es algo bastante asumido entre las derechas. Entre todas ellas. Adolf Hitler y el régimen nazi promovieron una estética de “pureza racial” que exaltaba la belleza aria y despreciaba lo que consideraban “degenerado”. Los judíos, comunistas y discapacitados eran representados como físicamente deformes o repulsivos en carteles y películas propagandísticas.
En los Estados Unidos de los años 50 y 60, los activistas por los derechos civiles eran a menudo descritos en medios conservadores como “desaliñados” o “sucios”, en contraste con la imagen pulcra del “americano promedio”.
En la era Reagan, los punk y feministas radicales fueron caricaturizados como feos, violentos y antisociales. Ya en los ochenta, los skinheads nazis popularizaron el adjetivo de “guarros” para los otros, los diferentes (negros, rojos, inmigrantes…). Trump goza de un amplio glosario de insultos físicos hacia rivales ideológicos. Basten dos ejemplos: llamó “cerda gorda” a la cómica Rosie O'Donnell o “cara de caballo” a la actriz porno Stormy Daniels.
Singularmente, Irene Montero ha sido blanco de insultos y descalificaciones por su aspecto. Para muestra, un botón. “Espero que si esta tipa es vicepresidente del Gobierno de España se afeite los pelos del sobaco cuando nos represente”, escribió un concejal del PP en 2019.
También en 2019, el dirigente de Vox Jorge Buxadé llamó “feas” a las feministas: “A la princesa de nuestra infancia, que era Cenicienta, la maltrataban su madrastra y sus hermanastras, que son todas esas feministas feas que les dicen a las mujeres españolas lo que tienen que hacer”.