Texto: Astrid Arellano

A 35 metros de altura, la selva se percibe totalmente distinta. A diferencia del piso, donde se tienen los pies bien plantados sobre la tierra, en el dosel de los árboles es posible observar cómo la vegetación se conecta entre sí. Para notar esa arquitectura natural, hay que prestar mucha atención: las ramas revelan los senderos que recorren los mamíferos que habitan las alturas. “Para moverte, tienes que empezar a pensar como mono saraguato, como martucha o como tlacuache”, dice el biólogo mexicano José Juan Flores-Martínez.

Durante más de una década estudiando mamíferos desde el suelo en la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas, en Veracruz, al sureste de México, Flores-Martínez nunca dejó de mirar hacia arriba. La curiosidad por explorar ese otro mundo lo

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