A las 5:40 de la madrugada del 16 de septiembre de 1955, comenzó la operación militar que derrocaría al presidente Juan Domingo Perón. Bautizada como “Revolución Libertadora”, la acción fue encabezada por sectores de las Fuerzas Armadas que venían gestando el golpe desde hacía meses, con apoyo de sectores conservadores, eclesiásticos y empresariales.

La resistencia inicial del gobierno fue breve. Perón, consciente de la correlación de fuerzas, optó por evitar un baño de sangre. En una carta fechada el 19 de septiembre, renunció a la presidencia y se refugió en la embajada de Paraguay. Desde allí comenzaría un largo exilio que lo llevaría por Venezuela, Panamá, República Dominicana y finalmente España.

El golpe no solo destituyó a Perón, sino que inauguró una etapa de proscripción del

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