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Para Henry Cockburn, el inicio de la esquizofrenia se sintió como puro sentido común.

Era febrero de 2002, y el estudiante de arte de 20 años se había alejado de la Universidad de Brighton para satisfacer su deseo de una vida fuera de la ciudad. También quería emprender un viaje de 70 millas (unos 113 kilómetros) descalzo de regreso a su hogar de la infancia en Canterbury.

A unas 15 millas (24 kilómetros) de su caminata, escuchó aviones a lo lejos, y le dijo a CNN que creía “que de alguna manera una fuerza maligna sabía que me había ido”.

Cockburn creía con absoluta certeza que lo estaban siguiendo.

La solución, pensó, era sumergirse en las gélidas aguas de la marea del estuario de Newhaven y nadar lejos de la presencia maligna. Pescadores lo encontraron y lo rescataron justo

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