Horacio Erik Avilés Martínez*

Miguel Hidalgo emprendió la lucha insurgente en 1810 con la convicción de un hombre educado, quien sabía que la opresión no sólo se sostenía con armas, sino también con la ignorancia. Fue un lector incansable, políglota, conocedor de filosofía, derecho, teología y de las corrientes ilustradas que recorrían Europa. También lo fue José María Morelos, un sacerdote y estratega militar, con ideas claras de justicia social y organización política; también Ignacio Allende era militar de carrera, todos ellos acompañados de muchas mujeres y hombres libres por la educación. Todos ellos entendían que la educación es el antídoto más poderoso contra la opresión. Su vocación liberadora testimonia los efectos que realiza la ilustración en el ser humano.

Por eso, entre las

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