Se acabó la improvisación. En dos jornadas consecutivas, la noche del 15 y la mañana del 16, México presenció algo más que protocolo: autoridad serena y profesionalismo operativo. El Grito volvió a sentirse como rito de unidad —sin estridencias, sin distractores— y el Desfile Cívico-Militar mostró coordinación, narrativa y respeto a la investidura. La conducción fue clara, firme y con tono de Estado: México tiene Comandante Suprema.

15 de septiembre: el Grito vuelve a ser de todos

Sobriedad con propósito. Ceremonia al grano, símbolos en su lugar y un balcón presidencial que volvió a hablar de Nación, no de persona.

Emoción cívica real. El llamado a la unidad sonó institucional, sin obsesiones ni cuentas personales. La plaza respondió a un mensaje que trasciende bandos.

Protocolo que su

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