Una sigilosa silueta camina ligera entre las hayas trasmochas, confundiéndose con la oscuridad de la noche iluminada únicamente por la luz de la luna llena. A su espalda porta un enorme bulto que casi forma parte de su perfil. Se mueve con la soltura de quien conoce a la perfección los viejos caminos de la montaña; debe pasar desapercibido para cumplir su misión. Asciende veloz hasta el collado que dará paso a la otra vertiente de la sierra; sabe que entonces solo resta descender hasta el pueblo vecino e intercambiar su mercancía en los lugares acordados y regresar antes del amanecer, burlando la vigilancia de los guardias.
Esta silueta era común en muchos puntos de la Euskal Herria fronteriza, tanto en las mugas entre estados, como entre herrialdes. El contrabandista, o estraper