Salinas Pliego trata de presentarse como un perseguido en lugar de lo que es: el deudor travestido en víctima

Dicen que, en el umbral de la vida y la muerte, la mente se extravía. Se nubla, se desorienta. En esas horas finales —cuando los órganos fallan y el aire no alcanza al cerebro— se produce lo que los médicos llaman delirium .

El desvarío que la oposición mexicana estrenó la semana pasada evoca el trance final de un cuerpo que agoniza.

Hace unos días, vimos a Ricardo Salinas Pliego dar el banderazo de salida al movimiento bautizado —con magnífica ironía, diría Borges en su Poema de los Dones— Anticrimen y Anticorrupción .

Una asamblea de personajes desgastados. Los últimos fulgores de una dañina existencia pública que se obstina en perdurar.

No es ocioso aquí recordar dos

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