Estamos tan habituados al GPS que, cuando desaparece de repente, un simple trayecto puede convertirse en un quebradero de cabeza . No es que hayamos perdido la capacidad de interpretar las señales de toda la vida, sino que la forma de movernos por las grandes ciudades ha cambiado tanto que esta tecnología se ha vuelto indispensable.
La M-30 es un buen ejemplo. Sus túneles forman uno de los sistemas más complejos de Europa y, para muchos conductores, adentrarse en ellos supone un riesgo de desorientación. Tomar una salida equivocada y acabar a kilómetros del destino no es una rareza, sino una experiencia compartida tanto por madrileños como por visitantes. El motivo estaba claro: la señal GPS se perdía con facilidad bajo tierra y en ocasiones devolvía datos absurdos.
Consciente de ell