Vivimos en un contexto global en el que la digitalización y la inteligencia artificial avanzan a pasos agigantados. El trabajo remoto, la hiperconexión y la automatización de procesos han transformado la manera en que interactuamos, nos comunicamos y producimos. Frente a este escenario, la Inteligencia Emocional (IE) emerge no solo como un complemento, sino como un pilar indispensable para sostener la salud relacional y organizacional.
Las tendencias actuales en gestión del talento y liderazgo confirman que las competencias técnicas ya no resultan suficientes. Organizaciones de todos los sectores buscan profesionales capaces de gestionar sus emociones, generar empatía, comunicar con asertividad y tomar decisiones bajo presión sin perder de vista el bienestar individual y colectivo. La IE