Un corrimiento inquietante atraviesa hoy la cultura: quienes enfrentan denuncias graves recuperan visibilidad y legitimidad, mientras la violencia real contra niñas, niños y adolescentes se borra del relato público.
En la televisión argentina se observan figuras que, aun vinculadas a denuncias de violencia sexual, vuelven al centro de la escena como si nada hubiera ocurrido. Del mismo modo, voces del espectáculo que banalizaron la agresión contra adolescentes se presentan como víctimas de una supuesta “cancelación”.
Los discursos mediáticos refuerzan este movimiento al retomar una y otra vez el mito de las falsas denuncias , presentadas como mayoritarias cuando en realidad son ínfimas frente a la magnitud de los abusos constatados. Más inquietante aún es que, lejos de