Lo normal sería fantasear con escenas sueltas de 'Ghost Writer', aquella película de Roman Polanski en la que Ewan McGregor tiene que reescribir las memorias de un ex primer ministro británico bajo unas medidas de seguridad de silo nuclear, o invocar el espíritu de 'La extinción de Irena Rey', novela de Jennifer Croft en la que una eminente escritora polaca reúne a ocho traductores en su casa para que trabajen in situ en la que será su gran obra maestra, pero en realidad es todo mucho más sencillo. Porque, después de todo, traducir 'El último secreto', la nueva novela de Dan Brown en casi una década, se parece bastante a estar dentro de una novela de Dan Brown codeándose con el profesor de simbología Robert Langdon y esquivando puñaladas de los Illuminati, de un temible gólem o de
El auténtico secreto de Dan Brown: traductores bajo llave y un manuscrito a prueba de 'hackers' para evitar filtraciones

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