En la más reciente sesión del Seminario de la UNAM sobre la cuestión social, Claudia Maldonado -titular del área del INEGI a la que fue asignada la responsabilidad de la medición oficial de la pobreza en México- expuso una cifra inquietante: desde 2016 hasta 2024, la pobreza extrema en México se ha reducido muy poco en números absolutos. La constatación desnuda un hecho que incomoda: a pesar de los recursos invertidos y de la retórica oficial, la miseria más honda se mantiene como una herida abierta.
Esa constatación nos obliga a mirar más allá de los números. Medir no es comprender. La cifra es apenas un fragmento del espejo, y al fetichizarla, al rendirle culto como si en sí misma explicara el mundo, corremos el riesgo de confundir la representación con la realidad. La medición de la po