En Lanjarón, un pequeño municipio de la provincia de Granada, las autoridades establecieron hace más de 25 años una curiosa prohibición: morir dentro de sus límites. La medida fue impulsada en 1999 por el entonces alcalde José Rubio como respuesta a la falta de espacio en el cementerio local. En una declaración oficial, Rubio instó a los habitantes a «cuidar al máximo su salud» hasta que el municipio consiguiera terrenos para ampliar el camposanto.
La ordenanza dejó claro el objetivo: «Queda terminantemente prohibido morir en Lanjarón». Aunque se trataba de una medida simbólica y humorística, buscaba llamar la atención sobre un problema que llevaba años sin resolverse. En aquel momento, la presión vecinal para ampliar el cementerio era alta, pero la gestión del terreno seguía estancada.