Conforme el helicóptero Marine One surcaba el cielo de Buckinghamshire en otra tarde gris de finales del verano inglés, con el presidente Trump a bordo al término de su visita de Estado al Reino Unido (además de misiles defensivos y los más modernos sistemas de bloqueo de radar y navegación por satélite), el primer ministro británico Keir Starmer y todo su equipo hicieron dos cosas, por este orden: respirar de alivio y sacar de la nevera el champán (en este caso espumoso inglés) para brindar. No se había producido ningún desastre.
De todos los adjetivos más utilizados para describir al titular de la Casa Blanca según los sondeos y la inteligencia artificial (incompetente, arrogante, narcisista, infantil, egocéntrico, ignorante, autocrático, demagogo, sexista, peligroso, inmoral...), el