Procedió con calma. El tumulto congregado en el salón del Tribunal de Consulado, aquella mañana del martes 18 de septiembre de 1810, vio cómo el gobernador de Chile, el octogenario Mateo de Toro y Zambrano ponía suavemente el bastón de mando -símbolo por excelencia del poder en el Chile colonial- sobre la mesa central dispuesta en la sala.
Pasadas las 9 de la mañana, cerca de 350 personas habían llegado para llevar a cabo una idea que venía rondando con fuerza en la lejana posesión española de la Capitanía General de Chile. Tras el ineludible intercambio de palabras entre los asistentes, la multitud se silenció respetuosa ante la entrada de Toro y Zambrano, el conde de la Conquista.
Tras colocar el bastón, el silencio se apoderó del lugar. Las miradas atentas y expectantes no se despegab