La religión y el sentido de la muerte son afines. Se encuentran y dialogan en el imaginario cultural de las naciones. Desde que el hombre es hombre, el ocaso de nuestros días nos hace palpar las ventanas de lo sagrado, de lo religioso.

Quien está en constante contacto con la muerte tiene, por oficio o rutina, muy presente la religión. El sepulturero suele ser persona de convicciones religiosas; del mismo modo, el policía y el gendarme necesitan de un capellán que les tramite moralmente sus asuntos con el Creador.

Qué decir de aquel que, por trabajo, tiene el delinquir y, por ende, expone la vida todos los días. No todos, pero sí muchos de ellos, por obvias razones, son personas profundamente religiosas. Su religiosidad, en términos teológicos, es escatológica, es decir, de tintes lúgubre

See Full Page