En la Embajada de Brasil, en Santiago de Chile, un “funcionario” particular resalta entre los demás. Branquinho Errázuriz, un gato callejero que llegó sin un origen definido al Palacio Errázuriz, encontró allí un hogar y con el tiempo se transformó en parte de la rutina diplomática.

Su presencia comenzó como algo cotidiano para quienes trabajan en la sede, pero pronto se convirtió en parte de la identidad de la embajada.

La primera aparición oficial del felino se dio en agosto, cuando la embajada publicó imágenes en su cuenta de X.

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Sin embargo, no fue sino hasta septiembre que su figura alcanzó mayor visibilidad luego de que una

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