Para comprender la magnitud de lo que la Ciudad de México perdió a las 7:17 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, es necesario diagnosticar su vida nocturna. No se trataba de una simple colección de bares o salones de baile; era un complejo y estratificado ecosistema de entretenimiento de lujo, una maquinaria social cuyo motor era una institución hoy casi mitológica: el cabaret o supper club..

Un escenario donde el poder político, la élite empresarial y la vanguardia artística cenaban juntos, sellaban tratos y aplaudían bajo las mismas luces. Era el México de la opulencia y las apariencias, un país que se sentía cosmopolita y eterno.

La historiadora Gabriela Pulido, una de las académicas que más ha profundizado en el tema, define esa era como un apogeo del espectáculo. La noche impl

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