
Un hallazgo inesperado podría transformar la manera en que recibimos las vacunas: bastaría con estirar la piel para activar al sistema inmunitario y facilitar la entrada de antígenos sin necesidad de agujas. Así lo demuestran investigadores del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica de Francia (INSERM) y del King’s College de Londres , que publican en Cell Reports un estudio pionero realizado en ratones.
El equipo descubrió que aplicar un dispositivo de succión que estira la piel durante 20 minutos reorganiza las fibras de colágeno y abre de forma transitoria los folículos pilosos. Ese cambio estructural vuelve a la piel más permeable a moléculas grandes, incluidas las de las vacunas, sin comprometer de forma permanente su función de barrera. La permeabilidad extra desaparece tras unos 15 minutos , pero durante ese lapso el organismo aprovecha para captar los compuestos aplicados de manera tópica.
Más allá de la puerta de entrada, el estiramiento activa directamente al sistema inmunitario. Los investigadores observaron que, 24 horas después de aplicar el dispositivo, aumentaba de forma significativa la presencia de células inmunitarias en la zona tratada, lo que sugiere que migraban hacia la piel en respuesta al estímulo mecánico. Además, la expresión génica mostró cambios en más de mil genes, muchos de ellos vinculados a moléculas de señalización inflamatoria. «Fue bastante sorprendente: no esperaba tanta producción de moléculas inmunitarias con un gesto tan simple», reconoce la inmunóloga Elodie Segura , autora principal del estudio.
Para poner a prueba la utilidad práctica del hallazgo, el equipo aplicó sobre la piel de ratones una vacuna contra la gripe marcada con fluorescencia, al tiempo que utilizaba el dispositivo de estiramiento. El antígeno atravesó la piel lentamente, alcanzó el torrente sanguíneo y se acumuló en los ganglios linfáticos cercanos, centros clave de la coordinación inmunitaria. El resultado fue contundente: los animales desarrollaron niveles de anticuerpos frente al virus H1N1 superiores a los obtenidos con una inyección intramuscular. Incluso sin añadir adyuvantes, la respuesta inmunitaria fue más potente.
Las moléculas
«Tan solo estirar la piel resultó más eficaz que la vía clásica con aguja, lo que demuestra la relevancia práctica de esta activación inmunitaria», subraya Stuart Jones, investigador del King’s College . El potencial de esta técnica no se limita a las vacunas: los autores ya exploran su aplicación en terapias celulares y en diagnósticos que aprovechen la piel como ventana al sistema inmunitario.
Sin embargo, los investigadores son cautelosos. La piel humana, más gruesa y menos permeable que la de los ratones, podría reaccionar de manera diferente. Aunque los primeros experimentos sugieren que el paso de las moléculas se produce a través de los folículos pilosos —una característica compartida por ambas especies—, será necesario confirmar en ensayos clínicos que el estiramiento cutáneo ofrece una eficacia similar sin provocar efectos secundarios como inflamaciones excesivas, alergias o la absorción de compuestos indeseados.
Si estas barreras se superan, el futuro de las vacunas podría dejar atrás las agujas. El simple gesto de estirar la piel abriría una ruta segura, indolora y eficaz para inmunizar a millones de personas , reduciendo además los problemas asociados a la logística y la aceptación social de las inyecciones.