Había una vez un chiquito que gambeteando preguntas y “tantos vacíos”, tal como había crecido, llegó al filo de la mesa en una reunión familiar. Tenía trece años y el imperioso impulso de beber los restos de alcohol en los vasos de todos los invitados. Borrachera precoz y “días de angustia” rematarían el cuento, pero no el camino. A priori, “curiosidad”. Desde este lado de la historia, y ante los ojos de este “sobreviviente”, no fue más que “soledad e incertidumbre”. Una suerte que Gastón Pauls (53) no podría sacudirse por más de veinte años. Así inicia esta charla reflexiva y concluyente sobre la otra anatomía de su consumo problemático: la de los contextos.

1985 . “’¿Qué es eso que hacen los adultos que les alegra la noche, que los relaja, que los convierte en personas a las que

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