Contemplar desde la tribuna de prensa qué sucede ahí abajo, en la pista de atletismo, es un regalo para los sentidos.

Decenas de jueces trazan líneas simétricas sobre el césped: aguardan el próximo lanzamiento de las jabalinistas mientras los cronometradores revisan los relojes repartidos en los cuatro puntos cardinales de la pista. El pelotón del 5.000 lleva velocidad de vértigo cuando circula tras el pasillo de los lanzadores y no pasa nada, pues hay orden en el caos. En el lugar se despliegan decenas de cámaras, técnicos que revuelven cables y otros operarios uniformados que no sé qué hacen pero algo harán, o no estarían ahí.

Luego viene Noah Lyles y las miradas se vuelven hacia él: Lyles es el payasete en el circo del atletismo, no me cansaré de escribirlo, pues vocea y hace aspavien

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