En la era de la modernidad tecnológica, todo lo que lleva la etiqueta de “inteligente” se presume mejor y más sustentable. Casas, edificios, baños y hasta ciudades se promocionan como soluciones que reducirán el consumo de recursos principalmente de agua y energía.

Los sensores que regulan el flujo del agua en los baños públicos, los sistemas automáticos de iluminación en oficinas y calles o los controles de climatización supuestamente programados para optimizar la temperatura no siempre cumplen con su cometido. De hecho, en muchas ocasiones terminan provocando un consumo mayor que el que se tendría con un uso manual y consciente.

Los baños públicos son el escenario más evidente, los sensores en llaves y sanitarios deberían evitar que alguien deje correr el agua, pero suelen fallar. A ve

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