Corría la primavera de 1972. Salpicada por el mar de Tirreno, en plena Liguria italiana, la localidad de Monterosso al Mare alumbra uno de los grandes poemarios de la literatura española contemporánea. Bajo el título de ‘Sepulcro en Tarquinia’, vería la luz tres años más tarde, en 1975. Justo el momento en el que otro ilustre residente de éste, el municipio más occidental de la bucólica región del Cinque Terre, un tal Eugenio Montale, genovés, recibe el Premio Nobel de Literatura. En ese tiempo y en ese lugar, al borboteo de ese caldo de cultivo, tan fértil, brota de la pluma de Antonio Colinas, leonés de paso en Italia, un géiser de casi medio millar de versos.

“Fue la confirmación de mi voz”, reconoce con firmeza a Ical. Una voz, la del poeta, narrador, ensayista y traductor bañezano, a

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