¿Recuerda aquellos veranos de la infancia que parecían eternos? Días interminables jugando en la calle, disfrutando con los amigos, noches que se alargaban entre juegos y risas. Sin embargo, al crecer y hacernos más mayores, los periodos de vacaciones parece que no duran nada.
Como escribió Marcel Proust, “el tiempo, que cambia a las personas, no altera la imagen que de ellas guardamos”. Quizá lo mismo ocurre con los veranos: no es que hayan cambiado, sino que somos nosotros quienes los percibimos de otra manera.
Percepción subjetiva del tiempo
El tiempo es objetivo, marcado por el reloj y por el calendario. Pero su vivencia es profundamente subjetiva.
En Antes del amanecer (Linklater, 1995), una sola noche en Viena parece expandirse hasta convertirse en un universo completo de recuerd