Lo mejor del derbi fue, seguro-seguro, la convivencia entre aficiones, hermanadas desde hace tiempo. A los seguidores del Cacereño y el Mérida se les pudo ver antes, durante y después del partido mezclados sin ningún tipo de problema. Es verdad que el fútbol debe tener una parte de irracionalidad y de rivalidad, incluso de tensión desmedida, pero en toda ecuación debe estar fuera cualquier tipo de violencia. Y es lo que pasó en la siempre acogedora Almendralejo.
¿Pur qué? , como diría el nuevo entrenador del Benfica. La respuesta quizás haya que buscarla en la parte de atrás de la camiseta de un hincha del Mérida que tomaba algo con colegas y rivales en uno de los garitos que hicieron buena caja en los alrededores del Francisco de la Hera. «0-1» como dorsal y «Amorebieta» como nombre d