Un viernes por la noche, en el sureste de Washington, un Chevy Malibu sin distintivos avanzaba despacio por calles húmedas y poco iluminadas. Dentro van policías locales y dos agentes federales de Seguridad Nacional, mezclados en una misma patrulla como parte del nuevo orden impuesto por Donald Trump, presidente y, de facto, nuevo sheriff de la capital. Cerca les seguía un coche con agentes del FBI. Un muchacho negro de 27 años estaba de pie en una esquina, con un porro encendido entre los dedos. Nada extraordinario en una ciudad donde, desde hace años, el olor a marihuana forma parte del paisaje urbano. En Washington es legal tenerla en pequeñas cantidades, pero no fumarla en público , uno de esos vacíos legales que nunca se resuelven por falta de leyes federales. Esta vez, sin embargo, n
El 'sheriff' Trump militariza la capital del reino y a su población

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