Paradójico que la muerte, exterminio de todo, empiece con el milagro de la vida. Mucho se habla de ella y que es eterna, pero no se documenta este dogma elemental, y como se dice, no vivió para contarlo. Por eso resulta interesante mostrar que en el pequeño poblado a la orilla de un gran río en Risaralda, se presentó un renacimiento por vía de la dimensión institucional. Una jueza, como actora de un sainete procesal, en medio de ignorancia, ilegitimidad o vileza profesional, da lo mismo, no hizo uso de la ley sino de su capricho o mejor, su pereza ética, manipulando la justicia a golpes de fantasía.

Se ha insistido hasta el hastío que los territorios se concretan, no se decretan, teniendo siempre en cuenta que los pobladores son los únicos que le dan sentido a este, siendo ellos los que c

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