Después de la muerte de Francisco , un grupo mayoritario de cardenales consideraba que su sucesor debía seguir las grandes líneas de su pontificado , pero evitando profundizar las decisiones y actitudes del disruptivo pontífice argentino, que habían generado fuertes tensiones internas entre conservadores y progresistas .
Dicho de otro modo: el nuevo papa debía fortalecer la jaqueada unidad de la Iglesia, sin traicionar el modelo abierto, dialogante y despojado de Jorge Bergoglio.
Para ese grupo, Robert Prevost surgía como el candidato adecuado porque lo consideraba un fiel intérprete de Francisco con la cuota de cautela requerida para la nueva etapa.
Al fin y al cabo, Bergoglio en cierta forma lo había puesto en camino al designarlo primero obispo de una diócesis po