En agosto, se reveló una alarmante situación en Stilfontein, un antiguo pueblo minero de Sudáfrica. Los residentes ya no temen a los túneles vacíos, sino a las bandas armadas que llegan en coches cargados de fusiles. Estas organizaciones criminales buscan apoderarse de un botín cada vez más valioso: el oro. Este metal precioso ha experimentado un aumento histórico, alcanzando máximos por encima de los 3.649 dólares la onza, lo que representa un incremento del 39% en el último año. Este fenómeno no se debe a un colapso financiero, sino a la búsqueda de refugio ante un entorno político y macroeconómico inestable.
Kenneth Pack, un jubilado de Nevada, es un ejemplo de esta tendencia. Desde abril, ha decidido mantener un 17% de su cartera en metales preciosos, buscando protegerse del desorden asociado a la administración Trump. Este interés por el oro se extiende más allá de los inversores individuales. Desde los pasillos de Costco hasta las bóvedas acorazadas de Londres, la demanda por el metal sigue en aumento, con expectativas de que los precios continúen subiendo.
El auge del oro comenzó hace casi tres años, impulsado por compras sostenidas de bancos centrales y la demanda de China. Sin embargo, el motor de este crecimiento en 2025 también proviene de Occidente. La aversión al riesgo, en un contexto de mercado bursátil eufórico por la inteligencia artificial, ha llevado a muchos a ver el oro como un seguro frente a un dólar debilitado y decisiones económicas inciertas.
La política comercial y la situación del dólar también juegan un papel crucial. El dólar ha tenido su peor primer semestre en más de 50 años, lo que ha aumentado el atractivo de activos no denominados en esta divisa. Además, la falta de avances en conflictos globales, como el de Ucrania, añade una capa geopolítica que refuerza la percepción de fragilidad del orden económico.
En el ámbito de la inversión, los ETF estadounidenses respaldados por oro físico han visto un crecimiento del 43% desde enero, con entradas mensuales que son de las más altas en la última década. Los hedge funds han concentrado casi la mitad de su exposición neta a materias primas en el oro, amplificando los movimientos a corto plazo. La reciente insinuación de Jerome Powell sobre recortes de tipos de interés ha actuado como un catalizador, encareciendo menos la opción de mantener activos sin cupón frente a la deuda pública.
La psicología del refugio se ha extendido más allá de los inversores profesionales. En Londres, las bóvedas privadas reportan un aumento constante de patrimonios que prefieren la seguridad del lingote. Al mismo tiempo, el número de personas que venden joyas para fundición ha aumentado, reflejando un cambio hacia la valoración del material por encima de la artesanía.
Este auge del oro se produce en un contexto de máximos bursátiles, lo que indica que no hay una huida general del riesgo, sino una cobertura frente a escenarios adversos. Sin embargo, el temor a la estanflación, una combinación de alta inflación y crecimiento débil, podría ofrecer un entorno macroeconómico favorable para el oro.
A pesar de los riesgos, la combinación de compras estructurales de bancos centrales, flujos hacia ETF, y tensiones geopolíticas sugiere que el oro seguirá siendo un refugio atractivo. La situación actual podría ser un referéndum sobre la credibilidad de la política económica y la solidez del dólar. Mientras persistan las tensiones comerciales y la incertidumbre, el oro mantendrá su inercia como seguro sistémico.