Un dispositivo de seguridad a la altura de un funeral de Estado, o “tan complejo como la Super Bowl”, según el jefe de la policía local, protegió ayer a los más de 70.000 asistentes a la vigilia del activista trumpista Charlie Kirk, en un estadio de fútbol americano en Glendale (Arizona). Su asesinato el pasado 10 de septiembre a plena luz del día, con un disparo certero en el cuello mientras debatía ante miles de estudiantes en una universidad de Utah, ha conmocionado a Estados Unidos y ha despertado el temor de una escalada de la violencia política, una lacra que persigue a un país donde el fundacional derecho a portar armas sigue siendo incuestionable.

Al homenaje al difunto activista de 31 años, influencer y fundador de la principal asociación política juvenil del país, Turning Point

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