No deja de resultar un sarcasmo que las promesas del Gobierno de Pedro Sánchez de incrementar las ayudas a los enfermos de ELA en 250 millones de euros a través de una ley aprobada en el Congreso de los Diputados se hayan quedado en nada y que todo lo aportado hasta ahora se cifre en 10 millones de euros, la misma cantidad que el Ejecutivo ha destinado a ampliar la contribución al programa de la ONU para los refugiados de Palestina.

Sánchez anunció a principios de mes, en una declaración institucional, que se incrementarían las ayudas para Gaza en 10 millones de euros , lo mismo que este mismo verano Sanidad otorgó en ayudas directas a las personas aquejadas de esa enfermedad. Y no se trata de entrar en comparaciones, sino de subrayar que el Gobierno ha abandonado a los enfermos de ELA después de que el propio Sánchez calificara el acuerdo parlamentario de « ejemplo de la política útil y el compromiso con el avance en derechos que identifica a este Gobierno».

Que Sánchez haya actuado de inmediato y salido en auxilio del pueblo de Gaza para «frenar el genocidio» y los enfermos de ELA hayan tenido que esperar 9 meses para recibir una ayuda que no es ni una décima parte de lo que la ley ha presupuestado para ellos es una indecencia. Porque si por razones de humanidad hay dinero para Gaza, debería, por la misma razón, cumplir lo acordado en el Congreso de los Diputados, salvo que la condición sea que los enfermos de ELA se manifiesten con banderas palestinas.

Si de los 250 millones de euros sólo han recibido 10 -la misma que la cantidad otorgada a los refugiados- cabe preguntarse por qué los enfermos de ELA, según el baremo humanitario del Gobierno, son de peor condición. ¿Será porque ellos no cuentan con grupos violentos de alborotadores que boicotean la Vuelta a España? ¿O será que para Sánchez no son políticamente rentables?