He esquivado el debate abierto por María Pombo sobre la trascendencia o no de la lectura. La influencer ha hecho honor a su oficio y ha agitado las redes y, de paso, ha marcado la agenda letraherida –nunca mejor dicho– a todo el país. Pero la cuestión es una trampa retórica. Si le replicas que la lectura te hace mejor, pareces un snob tomándote un té con tu dedito levantado. Si defiendes que la Pombo tiene razón, posas de popular y tal, pero sabes, por experiencia propia, que no estás diciendo toda la verdad. La escapatoria a la alternativa parecía que estaba en el placer de leer. Pero es una trampilla. Hay libros, en concreto, que nos destrozan y se lo agradecemos mucho; y, en general, la literatura nos interesa por lo que nos hace, no por lo que nos place.
No pensaba entrar, pero esta n